En la revista local de Valenzuela de Calatrava, “Garabatos”, de las Fiestas Patronales del 2015, y teniendo en cuenta el éxito entre nuestros lectores que tuvo la anterior entrevista a una de las personas mayores de Valenzuela (la entrevista a Florián Golderos López), publicamos una entrevista a dos de las mujeres de mayor edad del pueblo. Se trataba de seguir contando la Historia más reciente de
Valenzuela de Calatrava, así como su cultura y sus tradiciones, pero desde el punto de vista de sus protagonistas. La Casa de Cultura del Ayuntamiento decidió entrevistar a las 3 mujeres más mayores que vivían entonces en nuestra
localidad, aunque finalmente y por motivos familiares solo estuvieron presentes dos de ellas, María y Demetria, nacidas en 1918 y 1919 respectivamente.
Encajeras de Valenzuela a principios del siglo XX.
Foto del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha.
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En la época en la que nacieron nuestras protagonistas acababa de terminar la I Guerra Mundial en Europa, en la que nuestro país no participó pero que para lo bueno y para lo malo se vio afectado. España era un
país pobre y atrasado, gobernado por una monarquía constitucional, con el rey Alfonso XIII a la cabeza (bisabuelo del actual Felipe VI), y un sistema parlamentario aún poco democrático en el que dos grandes partidos
políticos casi idénticos en programa e ideología se turnaban en el poder: el Partido
Conservador y el Partido Liberal.
Valenzuela era un pequeño pueblo agrario con unos 1.600 habitantes, el
doble que en la actualidad pues aún no había dado comienzo la emigración en masa a las ciudades o éxodo rural. El año 1918 es tristemente famoso por una epidemia
de gripe que se dio en toda Europa, mientras que al año siguiente, Valenzuela
inauguraba nuevo cuartel de la Guardia Civil y se instalaba su primer teléfono público. Era entonces alcalde D. Tomás Mauro Garrigos, él que mandó construir en
la plaza la llamada "casa de los Mauro", una de las mansiones más grandes del pueblo.
El día 3 de septiembre de 1918 nacía María Córdoba Córdoba, entonces la persona de mayor edad de la localidad (hasta su fallecimiento el 14 de Agosto de 2016), y el 5 de noviembre de 1919, Demetria
López Donoso. Acompañadas de algunos familiares, ambas nos cuentan
experiencias, recuerdos, y anécdotas de su infancia y su juventud, y en
definitiva de cómo se vivía antes en nuestro pueblo.
María Córdoba es hija de Julia Córdoba Sánchez y Enrique Córdoba Garrido. Su padre murió durante la Guerra Civil Española, aún joven, con 47 años, y por eso recuerda que “fue el segundo que enterraron sin campanas” en alusión a que durante los 3 años de guerra no hubo actos religiosos en el pueblo. Eran 6 hermanos, y la familia vivía de una panadería en la que trabajaban los padres y el mayor de ellos, Pablo (el padre del sacerdote y misionero Enrique Córdoba).
La familia.
María Córdoba es hija de Julia Córdoba Sánchez y Enrique Córdoba Garrido. Su padre murió durante la Guerra Civil Española, aún joven, con 47 años, y por eso recuerda que “fue el segundo que enterraron sin campanas” en alusión a que durante los 3 años de guerra no hubo actos religiosos en el pueblo. Eran 6 hermanos, y la familia vivía de una panadería en la que trabajaban los padres y el mayor de ellos, Pablo (el padre del sacerdote y misionero Enrique Córdoba).
María Córdoba Córdoba |
Demetria recuerda que cuando era pequeña vivían en el (barrio del) Cristo, aunque en seguida se mudaron al "Pradillo". Su madre era María Dolores Donoso Zamorano, y su padre Mateo López Alcaide, al que apodaban “el Doble” porque cuenta que cuando iba a segar al campo cogía el doble de surcos que los demás trabajadores, lo que más recuerda de él es su afición a tocar la guitarra, para lo cual no desaprovechaba ninguna ocasión, fuese ésta una fiesta, una celebración familiar o simplemente una noche de verano al fresco con los vecinos. Eran 7 hermanos.
Demetria López Donoso |
La escuela y los juegos de infancia.
María nos cuenta que las escuelas se encontraban entonces en la plaza (en el edificio que antes era el pósito y hoy es bar), su maestra se llamaba María Antonia y le llamaba la atención que “era coja”.
A Demetria en cambio no le gustaba ir a la escuela, y sus padres le pegaban para que fuese hasta que terminaron por llevársela con ellos a trabajar al campo, pese a ello, aprendió a leer y escribir.
María recuerda jugar en la calle con otras niñas, a la comba y al corro de la patata, pero juguetes no tenía porque en aquel entonces las familias tenían pocos recursos, de hecho se acuerda que no le echaron reyes hasta después de casada.
Demetria no tenía tiempo de jugar porque desde muy niña ya trabajaba en el campo y hacía encajes de bolillos en casa.
Demetria y María |
Recuerdos de la Guerra Civil.
La guerra estalló cuando nuestras protagonistas aún no habían cumplido los 18 años de edad y guardan algunos recuerdos de esa época, lógicamente nada agradables. Demetria dice que “se llevaban a los hombres al frente, y algunos ya no volvían” y María se acuerda de “tiros y manifestaciones por el pueblo”.
María nos cuenta que su marido, Vicente, hizo el servicio militar en Getafe (Madrid) donde aprendió el oficio de peluquero y barbero, lo que le costó que después de la guerra le obligasen a hacer tareas tan poco gratas como pelar al cero a algunas milicianas republicanas. El servicio militar se le juntó con la guerra, y tuvo que ir al frente, también en Madrid, terminó tan harto del ejército que su hija recuerda oírle decir que no merecía la pena tener hijos para que los que mandaban se aprovechasen de ellos. En realidad Vicente y María no tuvieron hijos varones, solo 3 hijas, su hija Vicenta, al ser la soltera y por tanto haber vivido siempre con sus padres es la que mejor recuerda todas estas anécdotas, y nos ha ayudado mucho en la redacción de este artículo.
El matrimonio.
María se acuerda que con 17 años ya era novia, y entonces las mujeres pasaban de la tutela del padre a la del marido cuando se casaban. Ella se casó un 24 de Febrero, tenía 24 años y su marido 27, y recuerda una anécdota que le ocurrió ese día: nevaba mucho, lógicamente iba con el traje de novia, cuando apareció un chico del pueblo, Candelario, y le tiró una bola de nieve, ella no le dio mayor importancia a la travesura, pero Vicente, cumpliendo con el deber que le correspondía a partir de aquel día, corrió tras el joven, lo alcanzó, y volvió de nuevo junto a su esposa.
Demetria, por su parte, nos cuenta que las bodas entonces eran muy humildes, la gente apenas tenía nada, pero para la suya mataron dos pollos.
Se acuerdan también de los párrocos que había entonces en el pueblo, como el que casó a María, el Padre Ballarín, un dominico que fue muy influyente en la Valenzuela de los años 40 y del que se cuentan también muchas historias; o D. Juan, que como nos dice María le gustaba mucho ir a su casa “de visita” aunque bromeaban diciendo que a lo que en realidad iba en invierno era a “calentarse”.
Cuando una persona del pueblo enviudaba pero se volvía a casar se hacía una fiesta llamada “cencerrá”, que como su propio nombre indica consistía en dar ruido por las calles anunciando la nueva pareja. Nuestras protagonistas se acuerdan de ver varias: como las que les dieron a la Juliana “de la Matea”, al “Currito”, a Salud, a María Ignacia o a “Trota”.
El trabajo y los encajes de bolillos.
En el pueblo se hacía entonces mucha distinción social entre los llamados “del campo” y “los del pueblo”. Lógicamente los del campo eran los que trabajaban en la agricultura y la ganadería, jornaleros, pastores y pequeños labradores, y los del pueblo las familias más acomodadas, los propietarios que no tenían que trabajar la tierra ellos mismos, y también los que vivían del comercio o de la escasa industria que había en el pueblo.
Matrimonio con su mula preparados para ir al campo a trabajar. Valenzuela en 1965. |
María cuenta que su familia no era “del campo”, eran "del comercio", pues su padre tenía una panadería, y cuando se casó pasó a tener tienda, que le traspasó “el Casero” a su marido. En la tienda se vendían toda clase de comestibles, y no le dejaba tiempo para hacer encajes de bolillos. Solían hacer dos o tres matanzas semanales para tener carne que vender, su hija Vicenta recuerda como ella y sus hermanas ayudaban a su padre y a otros hombres a sujetar al guarro cuando llegaba el matarife.
Encajeras en Valenzuela de Calatrava en 1960. |
En cambio Demetria sí que trabajó mucho en el campo. La huerta de su padre y segar apenas le dejaban tiempo para jugar pues desde que era una niña se acuerda de estar con una azada pequeña en la mano arrancando patatas. Ya de más mayor, el campo no le dejará tampoco mucho tiempo para los encajes de bolillos, pero sí que se acuerda de hacer algunas veces y luego ir andando a Almagro para venderlos en una tienda.
Encuentro de encajeras en la Semana Cultural de 2008. |
Las fiestas y tradiciones.
Demetria recalca que las que más le gustaban eran las “fiestas nuestras”, las fiestas patronales, y es que “la procesión más bonita de todas era la de la Virgen del Rosario”.
A María también, pero sobre todo cuando era niña y montaba en los caballitos, de mayor ya no tenía tanto tiempo por las hijas y la tienda, aunque a veces si salía a tomar café con su marido. Ella recuerda que de casada salía más, pues a Vicente le gustaba ir con ella a la feria de Almagro, a ver las corridas de toros en Ciudad Real e incluso a veces la llevaba al cine.
Como todos los valenzoleños en aquel entonces, Demetria y María pertenecían a algunas de las hermandades y cofradías del pueblo. Demetria era de la Hermandad de la Vera Cruz, pero como socia honoraria por herencia de su padre, pues entonces, y hasta 1956, las mujeres no podían apuntarse como hermanas, solo figuraban como hijas o esposas de algún hermano cofrade, ni siquiera podían ir a las colaciones. María era hermana cofrade de La Virgen de la Dolorosa, y su marido Vicente de la Virgen del Rosario, pero ella no recuerda vestir nunca la túnica.
San Antón era una fiesta muy celebrada en el pueblo, los agricultores engalanaban a sus mulas y daban vueltas con ellas por el pueblo. Demetria recuerda que la familia de "los Cabañas" adornaban mucho a sus bestias de labor, su padre también sacaba a sus mulas, en cambio en casa de su marido, y pese a tener varias yuntas, no tenían mucha costumbre de celebrar este día, hasta que su cuñado Eloy, hermano de su marido, compró una borriquilla, la llamada “borriquilla de los Totos” (por el apodo familiar), y entonces ya sí que celebraron San Antón durante 5 o 6 años.
María recuerda los Carnavales de su infancia. Su abuelo Enrique hizo una “estudiantina”, una tuna de Carnaval, que iba cantando por las calles, ella era la encargada de llevar la bandera aún a costa de discutir con la Asunción de la hermana Benita, que siempre se la quería quitar. De casada ya no salía tanto, aunque a su marido si le gustaba vestirse de máscara. Recuerda una anécdota de esas fiestas: Vicente y ella se juntaron con otro matrimonio amigo suyo, la Pilar y Paco “el Cojo”, y decidieron hacer una apuesta a ver quién comía más pasteles. Entonces los pasteles se compraban en la repostería del “Círculo Recreativo”, llamado por la gente del pueblo "el casino de los ricos”, que se encontraba en la planta de arriba del ayuntamiento. Aunque María fue la que ganó la apuesta los 4 se pusieron bien de dulces.
Niños vestidos de Carnaval en Valenzuela en 1958. |
A Demetria también le gustaban mucho los Carnavales pues le encantaba bailar. Su padre sacaba la guitarra a la calle y la tocaba, se juntaba con otros a los que les gustaba también mucho tocar la guitarra como “el Cacharrero”, Eugenio “Pirule”, o un secretario del ayuntamiento que se llamaba Tomás, e iban por las casas tocando. A los bares no se acuerda de ir en esas fechas, aunque en el casino sí que se celebraban bailes de máscaras.
Otra fiesta de la que ambas guardan muchos recuerdos era la Semana Santa: de lo que más se acuerda María es del "abuelo Galindo" cantando “La Sentencia” y “La Muerte y Pasión” por las calles. Demetria recuerda las procesiones que había, “lo bonitas que eran”, de “El Prendimiento en la plaza”, y sobre todo se acuerda que entonces “salían muchísimos armaos”.
Otras fiestas tradicionales del pueblo eran el Día del Ángel y el Día del Cristo. El Día del Ángel era pasar un día en el campo con la familia y amigos, María no lo celebraba porque sus padres murieron jóvenes, mientras que para Demetria ese día era una ocasión más de ver a su padre tocar la guitarra.
El Día del Cristo no era como hoy, que se subasta de todo, Demetria nos cuenta que entonces todo eran productos que la gente criaba en el campo, sobre todo uvas y sandías.
Cuando las entrevistamos, nuestras protagonistas ya no disfrutan tanto de todas esas fiestas por su avanzada edad, pero llegar a la vejez no debe implicar nunca el no poder seguir siendo felices, ellas lo eran con sus familia: ambas tenían 5 nietos y 4 biznietos.
GRACIAS MARÍA Y DEMETRIA POR COMPARTIR
CON NOSOTROS SUS RECUERDOS.
Casa de la Cultura del
Ayuntamiento de Valenzuela de Calatrava.
Máximo Galindo Barderas,
Licenciado en Historia.
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