La primera foto que aparece en este artículo me la prestó Julian Galindo Delgado, seguidor de nuestra página de Historia en Facebook, y se trata de su bisabuelo -y por tanto, también bisabuelo del autor de este blog- Isidoro Deogracias Galindo Montero, conocido por todos en el pueblo cuando era ya anciano como "el abuelo Galindo", un personaje muy importante de la Valenzuela del siglo XX.
Isidoro nació en Valenzuela de Calatrava el 24 de marzo de 1889, era hijo de Felipe Isidoro Galindo Córdoba y de Marcelina Leocadia Montero Díaz.
Su padre pertenecía por parte paterna a una familia dedicada desde muy antiguo al pastoreo y la ganadería, y por parte materna a una familia influyente que dio al pueblo varios alcaldes en los siglos XVIII y principios del XIX.
Su madre era natural de Granátula de Calatrava, 5ª nieta de Manuela Fernández-Espartero Álvarez de Toro, una de las hermanas del famoso general vencedor de las Guerras Carlistas, y que llegó a gobernar España como regente.
Isidoro se casó en primeras nupcias con Juliana Molina Paz, natural de Valenzuela, con la que tuvo varios hijos, entre ellos Antonio "el Choto" y Máximo (que siguieron la tradición familiar de ganaderos), al enviudar de Juliana se casó en segundas nupcias con Ramona Barrajón Herrera, natural de Valenzuela aunque de una familia originaria de Almagro, con la que también tuvo hijos.
Se trataba de una familia humilde, lo que no impidió que Isidoro llegase a ser una persona influyente. Cabrero de profesión, era un amante del pueblo y de sus tradiciones. En la foto aparece con la bandera de la Virgen del Rosario en una de las Fiestas Patronales.
Muchos lo recordarán cómo narrador del Prendimiento en Semana Santa, texto que se sabía de memoria, y de la Sentencia. El acto del Prendimiento era algo que vivía con entusiasmo todos los años (aparece Foto de los armaos de 1927).
El Viernes de Cuaresma, antes de Semana Santa, recitaba la Muerte y Pasión por las calles del pueblo, manuscrito que por tradición familiar aún conservo.
En las primeras décadas del siglo XX y en la posguerra, Isidoro era en el pueblo lo que se conocía como "un hombre bueno", es decir, gente influyente, de fiar, elegida por los vecinos para ser testigo en bautizos y bodas, intermediario en la compra y venta de tierras u otras propiedades, mediador en conflictos entre vecinos, albacea testamentario...etc., lo que hace que no sea raro encontrarme su firma estampada en los documentos cuando estoy investigando en los archivos.
También era aficionado a componer poemas y coplas relativas a las tradiciones del pueblo y a su oficio, que iba recitando a veces mientras vendía la leche por las calles. Terminemos este artículo con una de esas coplas, dedicada a su oficio de lechero:
“Labrador perezoso,cuando despiertesya le habrá “echao” Galindoagua a la leche.Viva María, viva el Rosario,ya viene la Ramona con otro jarro”.
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