El 3 de Mayo celebra en Valenzuela de Calatrava su fiesta la cofradía más antigua de las que se mantienen vigentes en la actualidad: la Cofradía de la Santa Vera Cruz, fundada en 1552.
En 2005 lleve a cabo un trabajo de investigación sobre esta cofradía para la revista de Historia y religiosidad popular “Veracruz”, de Puertollano, que aparecía cada año con motivo de la presentación de la Semana Santa en la localidad minera y donde se publicaban artículos de Historia y tradiciones de todos los lugares de España y América Latina. Posteriormente hice una adaptación para la revista local “Garabatos”, que apareció en su número 33 (ese mismo año), con vistas a que los valenzoleños y valenzoleñas pudiésemos saber algo más sobre la cofradía más antigua que hay hoy en nuestro pueblo.
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Documentos para la Historia de la Cofradía.
Las primeras noticias conocidas sobre cofradías en Valenzuela son de la baja Edad Media, como podemos comprobar en los Libros de Visitas arzobispales conservados en el Archivo Diocesano de Toledo, pero la Cofradía de la Vera Cruz no se fundará hasta mediados del siglo XVI, es entonces, durante las décadas de los 50 y 60 de este siglo, cuando se generalizan por toda España este tipo de cofradías penitenciales.
En el archivo parroquial de Valenzuela no se conserva documentación original tan antigua pero sí copias del siglo XVIII que nos dan la fecha de 1552 como año en el que se constituye la cofradía y se redactan sus primeras ordenanzas. Es precisamente el Libro de Ordenanzas de esta cofradía el documento más antiguo de los conservados en este archivo, comienza a escribirse en 1781 y abarca hasta 1888, por tanto algo más de un siglo, pero además, y lo que resulta más valioso, es que cuenta con una copia del acta fundacional de 1552, otra copia de las primeras ordenanzas y también de algunas actas del siglo XVI y primera mitad del siglo XVIII. El escribano que inició este libro se entretuvo en copiar estos documentos para que no desaparecieran, pero sobre todo lo hizo para conservar las ordenanzas por las que debía regirse la cofradía y las bulas concedidas, sus privilegios. Pero, aún siendo así, habiendo un interés más material que de mera conciencia histórica, este valenzoleño que vivió en el Siglo de Las Luces nos hizo un enorme favor a los que en un futuro nos íbamos a interesar por nuestra Historia local, copiando documentos que de otra forma quizá se hubiesen perdido para siempre.
Entre este libro de actas y el actual, que comienza en 1946, debió existir mínimo otro libro que recogiese la última década del siglo XIX y el primer tercio del XX, pero desafortunadamente y quizá por no guardarse en el Archivo Parroquial se ha perdido. Normalmente estos libros se custodiaban en las casas de los priostes, secretarios y tesoreros de la Hermandad por lo que era fácil su pérdida.
En 1800, y con motivo de la venta de tierras por parte de esta Cofradía, se presenta el vecino Domingo de Córdoba (no sabemos que cargo tenía en la Hermandad) y dice que "los libros de dicha Cofradía obran en la capital de Almagro", se desconoce si era cierto que estaban allí los libros de actas, y de ser así por qué motivo, pero constituye una razón más para pensar los motivos por los que se perdería tan valiosa información.
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Libros de Actas de la Hermandad de la Vera Cruz. En el Archivo Parroquial. |
Será el antiguo Libro de Ordenanzas conservado en nuestro Archivo Parroquial el que utilicé como fuente principal para investigar la Historia de la cofradía, y posteriormente lo he ido completando con otros datos y documentos encontrados en el Archivo Diocesano de Toledo, en el Archivo Diocesano de Ciudad Real y en el Archivo Histórico Provincial.
Historia de la Cofradía de la Vera Cruz:
fundación, decadencia y auge.
En el año 1552, en la Ermita del Santo Cristo de la Clemencia de Valenzuela, se reúnen los hermanos cofrades fundadores y redactan las primeras ordenanzas que serán confirmadas años más tarde, en 1595, por el Consejo del Arzobispo de Toledo. Lo de mencionar el nombre de esta ermita en el título de las ordenanzas puede ser que sea cosa del copista del siglo XVIII pues en el siglo XVI esta ermita aún se llamaba San Agustín.
Ermita del Santo Cristo de la Clemencia, de Valenzuela de Calatrava,
donde en 1552 se fundó la Cofradía de la Vera Cruz.
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La Hermandad debió ser bien acogida por los vecinos y vecinas de Valenzuela ya desde recién fundada, sobre todo por su papel en los entierros. En 1560, María López, viuda de Sebastián Sánchez y madre del sacerdote Sebastián Sánchez López, deja escrito en su testamento (24 de abril de 1560) que al año de su muerte se de una misa y vigilia a la Virgen de la Concepción, de la que debía ser muy devota, pero con la condición de que la misa fuese dicha por los hermanos cofrades de la Santa Vera Cruz, a los que pagaría con sus bienes.
En 1569 se documenta una visita arzobispal a la Parroquia de Valenzuela, y el vicario reúne a todos los priostes o mayordomos de las hermandades y cofradías que había entonces en el pueblo. Gracias a este documento sabemos que había entonces 4 cofradías en Valenzuela: San Agustín (con su correspondiente ermita), Santa María, San Miguel y la Vera Cruz, y que todas estaban presididas o representadas por un "prioste", excepto la de la San Miguel, de la que se menciona un "mayordomo". El prioste de la Hermandad de la Vera Cruz en aquella fecha se llamaba Antonio Ramos.
De mediados del siglo XVII, concretamente de 1656, tenemos documentada otra visita arzobispal a la parroquia de Valenzuela, en la que se pedía a todas las Hermandades y Cofradías que llevasen sus cuentas al día, que no tuviesen deudas, y que hiciesen inventario de sus bienes, todo ello bajo pena de excomunión. Además siempre acababan con la misma fórmula: "se le encarga la conservación y aumento de esta cofradía".
Comparándola con las otras cofradías, podemos decir que a mediados del siglo XVII, la Hermandad de la Vera Cruz tenía sus cuentas saneadas, contaba con tierras y censos pudiendo vender algunos bienes (como el quiñón que acababan de vender a un tal Mathias Colmenar) y los fieles del pueblo le dejaban misas en sus testamentos, en concreto se cuentan en dicha visita 7 misas cantadas, 5 vigilias y dos misas rezadas, repartidas en diferentes días del año, siendo el preferido para ello el día de Santa Marina. Santa que recibía mucha devoción por parte de los valenzoleños, pues según contaban salvó al pueblo de unas pestes o epidemias en la Edad Media.
La segunda mitad del siglo XVII, en cambio, fue de crisis para Valenzuela, crisis agraria que llevó al hambre, pobreza y emigración y que se hizo notar lógicamente también en las tradiciones y hermandades, que se vieron reducidas a solo dos, y que según la visita arzobispal de 1696 eran la de la Vera Cruz y la del Santísimo Sacramento. En la visita se decía que la cofradía de la Vera Cruz “no tiene renta alguna y los hermanos hacen a sus expensas las procesiones de la Semana Santa”, sin embargo, 3 años antes, si se le documenta la propiedad de un haza en el Camino del Pozuelo.
Sobre el siglo XVIII la información es más abundante que en siglos anteriores. A parte del Censo de Hermandades y Gremios del Conde de Aranda, escrito en 1770, y que enumera 4 cofradías en Valenzuela (la de la Vera Cruz, la del Señor, la de Nuestra Señora del Rosario y la de San Miguel), se conservan en nuestra parroquia copias de principios de siglo y el mencionado Libro de Actas, aparte de los Protocolos Notariales del Archivo Provincial, en los que se puede ver la devoción que los valenzoleños y valenzoleñas de ese siglo sentían hacia la Vera Cruz.
Existía cierta rivalidad entre esta Cofradía y la de la Esclavitud del Santísimo Sacramento. La primera era de carácter popular, ayudaba a las familias más pobres del pueblo (por ejemplo en los llamados "entierros de pobres"), mientras que la segunda era elitista y no podían entrar en ella los que hiciesen trabajos u oficios manuales, que se consideraban deshonroso. Eso llevaba a que las familias humildes se acogiesen a la Vera Cruz buscando solidaridad entre ellos y ayuda material (sobre todo en caso de enfermedad o muerte) mientras que las familias más pudientes del pueblo - como los alcaldes ordinarios y el cura párroco - siempre eran hermanos cofrades del Santísimo Sacramento, y hacían ostentación de ello.
No obstante, conforme avanza el siglo esta situación empieza a cambiar, la Hermandad del Santísimo Sacramento se ve obligada por ley a acoger a todo el que quisiera ser cofrade de ella (con las consiguientes quejas por parte de los cofrades más antiguos), y a su vez, muchos miembros de las familias ricas del pueblo buscan entrar en la Vera Cruz, sobre todo para controlar sus rentas y ocupar sus principales cargos.
El siglo XIX fue una etapa de grandes cambios que afectaron, sobre todo de manera negativa a la Vera Cruz.
En los años 1799 y 1800, se producen ya las primeras ventas de los bienes de esta Cofradía. El poderoso propietario D. Casimiro Gutiérrez, el que será el primer alcalde único constitucional de Valenzuela, apela en 1800 a una ley aprobada por el rey el 19 de septiembre de 1798 que ponía en enajenación y venta los bienes raíces de capellanías, obras pías, hermandades y otras instituciones religiosas.
La Cofradía de la Vera Cruz pierde entonces tierras en el Camino del Moral, en el camino de la Dehesa (dos pedazos, uno de 5 y otro de 6 fanegas) y en el camino del Río (un pedazo de 6 fanegas).
Este hecho, es el comienzo de las desamortizaciones agrarias de este nuevo siglo y que tanto afectaron a los bienes de la Iglesia, las cofradías y las capellanías.
Además, a lo largo de esta centuria la Hermandad se disolvió en dos ocasiones: la primera entre 1808 y 1813, coincidiendo con la invasión francesa de la Península Ibérica y la consiguiente Guerra de la Independencia, y la segunda entre 1836 y 1851, y según recogen las actas debido a “la penuria de los tiempos y guerra civil que han dado margen a que se haya suspendido tan buen instituto” lo que nos remite a la incidencia que tuvieron sobre Valenzuela las Guerras Carlistas y las distintas crisis económicas.
En la segunda mitad del siglo XIX la Hermandad se refundó y permaneció hasta la Guerra Civil Española (1836-1839) cuando hay un nuevo y trágico paréntesis en el que se suprimen los oficios religiosos y se destruyen las imágenes de los templos religiosos, entre ellas la Cruz de la Hermandad.
El siglo XIX fue una etapa de grandes cambios que afectaron, sobre todo de manera negativa a la Vera Cruz.
En los años 1799 y 1800, se producen ya las primeras ventas de los bienes de esta Cofradía. El poderoso propietario D. Casimiro Gutiérrez, el que será el primer alcalde único constitucional de Valenzuela, apela en 1800 a una ley aprobada por el rey el 19 de septiembre de 1798 que ponía en enajenación y venta los bienes raíces de capellanías, obras pías, hermandades y otras instituciones religiosas.
La Cofradía de la Vera Cruz pierde entonces tierras en el Camino del Moral, en el camino de la Dehesa (dos pedazos, uno de 5 y otro de 6 fanegas) y en el camino del Río (un pedazo de 6 fanegas).
Este hecho, es el comienzo de las desamortizaciones agrarias de este nuevo siglo y que tanto afectaron a los bienes de la Iglesia, las cofradías y las capellanías.
Además, a lo largo de esta centuria la Hermandad se disolvió en dos ocasiones: la primera entre 1808 y 1813, coincidiendo con la invasión francesa de la Península Ibérica y la consiguiente Guerra de la Independencia, y la segunda entre 1836 y 1851, y según recogen las actas debido a “la penuria de los tiempos y guerra civil que han dado margen a que se haya suspendido tan buen instituto” lo que nos remite a la incidencia que tuvieron sobre Valenzuela las Guerras Carlistas y las distintas crisis económicas.
En la segunda mitad del siglo XIX la Hermandad se refundó y permaneció hasta la Guerra Civil Española (1836-1839) cuando hay un nuevo y trágico paréntesis en el que se suprimen los oficios religiosos y se destruyen las imágenes de los templos religiosos, entre ellas la Cruz de la Hermandad.
Organización de la Hermandad:
cofrades y oficiales.
La reglamentación básica de la cofradía se recoge en sus ordenanzas que han ido sufriendo algunas modificaciones con el tiempo para irse adaptando a la situación de cada momento. Si bien, las primeras ordenanzas debieron estar vigentes hasta finales del siglo XIX.
Las primeras ordenanzas constan de 35 capítulos, aunque desafortunadamente el 31 y el 32 se han perdido, y recogen desde quien puede ser nuevo cofrade hasta cuales son los cargos de los oficiales de la Cofradía, pasando por cómo se han de celebrar las fiestas. Al final de las ordenanzas aparece una copia de la carta del Doctor Ortiz, fechada en 1537, y en la que se explican las razones de las gracias e indulgencias que el Papa Paulo III concedió a los cofrades y penitentes de la Vera Cruz.
Al que quería entrar en la Cofradía sólo se le exigía respeto a las ordenanzas, túnica, disciplina e insignia de la Vera Cruz con las cinco llagas. También se podía ser hermano por herencia, así si un cofrade fallecía su primogénito podía entrar en su lugar, siempre y cuando fuese mayor de 7 años. No existían además condiciones especiales para los clérigos o para los forasteros. Se trataba por tanto de una Hermandad abierta.
Durante los primeros siglos de existencia de la cofradía se hacía distinción entre “cabezas mayores”, que debían ser mayores de 14 años, normalmente cabezas de familia, y “cabezas menores” que eran las demás personas que viviesen en su casa y bajo su cargo (hijos, hijas, cónyuge u otros parientes del cofrade). Se trata de una clasificación típica del Antiguo Régimen, centrada en la familia como unidad básica de la sociedad y del sistema fiscal, por lo que quedará obsoleta conforme nos acerquemos a la época contemporánea y cobre importancia el individuo sobre el grupo familiar o social.
En teoría las ordenanzas no hacen diferenciación por sexos, sin embargo hasta el siglo XX no aparece ninguna mujer en las listas de la Hermandad, y si aparece alguna mujer mencionada se la cita como "viuda" o "mujer" de algún hermano cofrade. Sin embargo, en los testamentos si es usual que aparezcan mujeres diciendo que son "Cofradas" o "Hermanas" de la Vera Cruz y pidiendo los mismos derechos que sus hermanos cofrades a la hora de ser enterradas.
Hasta 1956 no aparecerá la primera lista de hermanas cofrades, eso sí, separada de la lista de hermanos hasta el año 1975, cuando ambas listas se fusionan.
La máxima autoridad de la cofradía era el Cabildo de Oficiales, que hoy se correspondería con la Junta Directiva. Había dos alcaldes o hermanos mayores que ostentaban la presidencia de la Hermandad con carácter anual.
Los oficios o cargos de la Hermandad se elegían siempre el mismo día 3 de mayo antes de la Misa Mayor. Se reunían todos los hermanos cofrades en casa de uno de los mayordomos de ese año, se elegían 4 cofrades de la lista general, normalmente los que se consideraba más válidos para ejercer el cargo, y se escribían sus nombres en 4 cédulas (papeletas) que se doblaban y se metían en un sombrero, los dos primeros que se sacasen serían los alcaldes, después se sacaba el nombre del que debía ser el muñidor, y por último el del alferez. Para finalizar, este nuevo cabildo iba eligiendo a quien quería para cada uno de los cargos del año próximo. Informando de ello a los elegidos, que no podían negarse, la multa por no aceptar el cargo era de medía libra de cera y aún pagándola no podían rechazarlo.
El cargo de muñidor o portero era muy importante, pues era el encargado de preparar las reuniones del cabildo y cobrar las multas impuestas a los hermanos. Una especie de secretario y tesorero de la Hermandad.
El alférez era el encargado de custodiar y portar las insignias de la Hermandad, por eso se le conocía también como "alférez del pendón y del crucifijo pequeño".
Muchos de estos cargos han desaparecido con el tiempo (como los de “quartelero” y “visitador”) y otros simplemente han cambiado de nombre, así el “escribano” de antes es hoy el secretario, y el llamado “administrador” pasó a ser el tesorero. Pero, sin duda alguna, el cargo más destacado era el de mayordomo.
Los mayordomos son los encargados de celebrar la fiesta de cada año, es decir: los que “dan la colación”. Hasta el siglo XX había 3 mayordomos: uno daba la colación la víspera de la fiesta (el 2 de Mayo por la noche) y los otros dos el día de la fiesta (uno a mediodía y otro por la tarde). Después de la Guerra Civil de 1936 deja de celebrarse la víspera y pasa a haber solo dos mayordomos, tal y como se sigue haciendo en la actualidad.
La vida de la Cofradía se regulaba mediante Cabildos Generales, reuniones en las que podían participar todos los hermanos cofrades siempre y cuando siguiesen ciertas normas: no se les permitía intervenir sin tener las ordenanzas en sus manos y el permiso de los alcaldes, ni interrumpir a sus compañeros cuando hablaban y “si por algún casual movidos por el enojo juraban en nombre de Dios o de Santa María eran obligados a trazar una Cruz en el suelo y besarla por el desacato que habían hecho a Dios nuestro Señor y a su preciosa madre” (Capítulo 22 de las Ordenanzas). Normas de este tipo que combaten la blasfemia junto a otras como la de prohibir a los hermanos portar armas (Capítulo 15) - lo cual iba en consonancia con las leyes civiles de la época - nos muestran cómo las relaciones entre cofrades no eran siempre buenas y en las juntas se producían a veces discusiones o peleas entre ellos, teniendo los oficiales en algunas ocasiones que expulsar por un tiempo o imponer multas a los hermanos más revoltosos.
Nazarenos de la Vera Cruz, Jueves Santo 2013 |
Existía igualmente animadversión entre cofradías, como ya hemos comentado, existía en el siglo XVIII una gran rivalidad entre la Cofradía de la Vera Cruz y la de la Santísimo Sacramento, que en 1716 llegó al punto de qué los oficiales de la Vera Cruz tuvieron que tomar medidas para evitar escándalos, puesto que todos los años al salir la procesión del Viernes Santo “se originan voces y disturbios entre los hermanos de esta cofradía y los de la esclavitud y hermandad del Santísimo Sacramento”.
La Cruz de Mayo (foto de 2009)
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La sociedad de entonces era muy religiosa pero no todas las cofradías, hermandades y clérigos se ceñían siempre a fines meramente religiosos, y a veces actuaban como auténticas clientelas o banderías locales buscando sus propios intereses.
En un documento que encontré en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, Antonio García, alcalde de Valenzuela en 1792, calificaba a las cofradías de “irreligiosas, turbadoras de la sociedad y generadoras de desavenencias, dispendios y deshonrras” denunciando que “los principales del pueblo las transforman en campo de batalla de sus intrigas e enemistades”. Situación que nos muestra como las cofradías se desviaban muchas veces de la función principal para la que habían sido creadas.
Festividades y actos religiosos.
La imagen de la Cruz.
La fiesta de la Vera Cruz comenzaba en la víspera del 3 de Mayo, las llamadas “vísperas solemnes”, en la que se daba una colación. La misa mayor o solemne se celebraba al día siguiente por la mañana reuniendo a gran cantidad de gente en la iglesia, como podemos comprobar en los documentos, y por la tarde se hacía la procesión, y sí se podía también había un sermón.
Se desconoce cómo era la cruz originaria que se utilizaba en las primeras procesiones, según los libros de cuentas, en 1818 se compró una cruz de metal en Almagro, que probablemente fuera la que se destruyó en la Guerra Civil de 1936.
La cruz actual, que ha sido restaurada recientemente, fue construida por el carpintero Eustaquio Córdoba Garrido durante la guerra, por lo que lo tuvo que hacer a escondidas, y es una copia exacta de la destruida durante la guerra. Tuve ocasión de conversar hace unos años con su hijo, Casimiro Córdoba López, sobre este hecho, y lo que me contó daría para todo un artículo como este. Respecto a esta imagen me contaba:
"Mi padre hizo la cruz durante la guerra, por las noches y a escondidas. Tenía el taller de carpintería en la Calle Real, donde ahora vive “Mazuelas”, allí nació mi hermano Antonio, los demás todos nacimos ya en la casa de la esquina de “Ruedas”, donde también tuvo taller. Hizo la cruz porque la otra la habían quemado, se la pagó la Patrocinio, y se la encargaron a escondidas. No lo sé seguro, yo lo que me han contado".
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Antes de Semana Santa los cofrades se reunían el primer Domingo de Cuaresma para preparar la procesión del Jueves Santo. En esta reunión se llevaba a cabo una curiosa ceremonia, la del Perdón:
“Allí juntos ( ) en el dicho Cabildo nos demandemos perdón los unos a los otros y el cofrade que por otro hermano le fuere pedido el perdón y no lo quisiere perdonar que pague de pena una libra de cera ( ) y que sea privado y despedido de la dicha cofradía por cinco semanas”.
Este acto es un claro ejemplo de cómo las cofradías reforzaban la confraternidad y la solidaridad entre los hermanos, constituyendo un importante elemento de cohesión social.
La procesión del Jueves Santo salía de la iglesia y ermita de Nuestra Señora Santa María de la Nava y se dirigía hasta la iglesia mayor de la villa, regresando de nuevo a la ermita. Asistían a ella todos los hermanos con luces y vestidos de blanco (hoy van con túnica roja y capucha blanca).
La ermita de Nuestra Señora de la Nava se encontraba a las afueras del pueblo, en el camino de Granátula, pero se arruinó y desapareció a mediados del siglo XVII, por lo que cabe pensar que a partir de esa fecha la procesión se haría partiendo de la otra ermita que había en el pueblo: la de San Agustín, en el Camino del Río (la que hoy es la ermita del Cristo).
Se trataba de una procesión de disciplina, es decir, muchos hermanos hacían penitencia, algunas de las cuales debieron ser muy duras en los primeros tiempos pues se encargaba a uno de los mayordomos de ese año que tuviese preparado para después de la procesión “corcho de vino, rosas y polvos de arrayán para la cura de los dichos penitentes”. Sin embargo, no todos los cofrades eran disciplinados también existían los llamados “reservados”, exentos de hacer penitencia, bien porque así lo acordaban como condición antes de ingresar en la cofradía o bien porque eran menores de 14 o mayores de 50 años (esta edad era la considerada en la época como principio de la vejez).
La práctica de los disciplinantes se fue moderando con el paso del tiempo hasta llegar a principios del siglo XX cuando ya los únicos actos de penitencia que se recuerdan son los de realizar la procesión descalzos.
Los nazarenos de la Vera Cruz en la Procesión del Jueves Santo de 2014 |
A parte del Jueves Santo también se celebraban procesiones de disciplina para pedir agua cuando había sequía o rogar por otros males que azotasen al pueblo o a las cosechas. En la mentalidad de la época estos votos o rogativas eran vistos como una forma de combatir las adversidades del medio.
Otras actividades religiosas eran las misas de pasión los viernes para lo cual la cofradía nombraba un capellán.
Función social y religiosa de la Hermandad de la Vera Cruz:
solidaridad con los cofrades enfermos y difuntos.
El papel social de las cofradías era muy importante, no solo aportaban a sus miembros consuelo espiritual sino también material, pues practicaban la beneficencia entre los más necesitados. Las actas recogen episodios en los que se utilizaban los fondos públicos de la Cofradía para ayudar a los hermanos que no podían trabajar porque estaban enfermos o impedidos, y a sus familias.
Una de las obras de misericordia más importante de la Vera Cruz era la visita a los cofrades enfermos, para ello existían los llamados “diputados visitadores”, eran dos, normalmente los alcaldes o hermanos mayores del año anterior. Su función era visitar al enfermo una o dos veces al día, y recordarle que debía confesar y recibir el Santísimo Sacramento. Hasta que el enfermo mejoraba o moría se turnaban dos cofrades cada noche para velarle, es decir, para hacerle compañía. Si fallecía, todos los hermanos cofrades estaban obligados a acudir al entierro llevándolo sobre sus hombros desde su casa hasta la Iglesia (el cementerio no se construirá hasta 1829), rezar por él y en la fiesta siguiente decirle una misa. Esta costumbre de acompañar a los cofrades enfermos se dejó de hacer en la década de los 20 del siglo XIX.
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En los Protocolos Notariales que he investigado en el Archivo Provincial de Ciudad Real se ve como los valenzoleños de los siglos XVIII y XIX al hacer sus testamentos se mostraban descuidados de su propio entierro si eran hermanos de la Vera Cruz. Así era normal ver a la gente preocupada por sufragar su entierro y misas, y dejar a sus herederos el mínimo posible de gastos y preocupaciones, mientras que los hermanos de la Vera Cruz lo consideran esto como garantizado, es usual encontrar expresiones como "declaro ser cofrade (o cofrada) de la Vera Cruz y por tanto con derecho a entierro y misa de cuerpo presente", y esto no siempre lo hacían los que más necesidad económica, conforme avanza el siglo XVIII vemos a gente de las familias más pudientes del pueblo ingresando en la Vera Cruz.
Además, era usual dejar a la Vera Cruz limosnas o pagar por sus misas, incluso por parte de los que no eran hermanos cofrades, lo cual contribuía a mantener los fondos de esta Hermandad.
En el siglo XIX se documentan incluso testamentos en los que aparte de las misas se pide que luzcan las velas de la cofradía de la Vera Cruz durante su entierro. Aunque durante este siglo son muchísimas menos las misas y promesas testamentarias que se dejan a esta Cofradía con respecto al siglo XVIII de lo que se deduce que la devoción va decayendo.
En muchos testamentos se ve también a gente devota de una determinada orden religiosa o Hermandad que piden ser enterrados con el hábito correspondiente, aunque en el caso de la Vera Cruz no he encontrado ningún ejemplo de ello.
Se trataba, no obstante, de una Hermandad muy fléxible, abierta al pueblo, por lo que para beneficiarse de estas últimas voluntades no hacía falta ni siquiera ser cofrade, cualquier persona que quisiera gozar de ellos solo tenía que encomendarse a la Cofradía en “articulo mortis”, pagando por su entierro 22 reales y dos libras de cera si era cabeza mayor (mayor de 14 años), y 11 reales y una libra de cera si era menor, y a partir de entonces era considerado: “cofrade para siempre”.
Me ha gustado mucho, menos mal que poco a poco nuestros investigadores van sacando a la luz tantos y tantos documentos que muestran la riqueza de nuestra tierra. Gracias Máximo
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado América. El caso es que si es una suerte que en el propio pueblo se haya conservado tal reliquia como es un libro de actas de una cofradía del siglo XVIII y con información también del XVI.
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